Ética 4º ESO

Monday, February 26, 2007

¿CUÁL ES MI TEORÍA PREFERIDA?

El tema de este nuevo artículo es “¿Qué prefieres: el relativismo subjetivo, el relativismo cultural o el universalismo?” La verdad es que es complicado de decidir por los siguientes motivos:

En el relativismo subjetivo, quien decide lo que está bien y lo que está mal es cada individuo, cosa que a mí me parece muy bien porque nadie tiene derecho a mandar a nadie en sus pensamientos respecto del bien y del mal; pero claro, el gran problema es que, si cada uno hace lo que le parece bien o mal, al final esto sería un caos; porque si por ejemplo, alguien mata a una persona y piensa que está bien, ¿quién es nadie, según el relativismo subjetivo, para decirle que eso está mal? Porque eso de que “está mal” también es relativismo subjetivo; es la opinión de otro individuo acerca del asesinato. Y entonces, empezarían los conflictos.

En el relativismo cultural, quien decide lo que está bien o mal es la sociedad. Esto también me parece bien, porque teniendo los mismos valores dentro de una sociedad, es más fácil evitar conflictos dentro de la misma, y entonces se hace más fácil la convivencia. Pero esta teoría también tiene sus fallos, porque los valores morales de una sociedad pueden ser distintos a los valores morales de otra, por lo que esas dos sociedades se enfrentan y los conflictos que se ahorran dentro de la sociedad, se los ganan fuera de ella, entre sociedades. Y además, dentro del relativismo cultural, se puede dar el relativismo subjetivo, porque, ¿por qué una persona tiene que compartir los mismos valores que las personas de su misma sociedad?

En el universalismo, lo bueno y lo malo es para todos los individuos igual. El lado bueno de esta teoría es que todas las personas estaríamos regidas por un mismo patrón, por lo que todos tendríamos las mismas ideas acerca de lo que está bien y acerca de lo que está mal. El lado malo es que, ¿quién decide lo que está bien y lo que está mal? En el momento en el que alguien dijese lo que está bien y lo que está mal, se trataría de un relativismo subjetivo que todos adoptaríamos como propio para que se convirtiese en universalismo. Y dado este caso, ¿quién nos dice que aquellos valores que hemos puesto como iguales para todos son buenos y no son una auténtica barbaridad? En este momento, cuando te empiezas a cuestionar los valores morales universales, puede darse el caso de que los cambies por unos propios (porque consideres que no son tan correctos como otros que tú tienes por mejores), y entonces, volveríamos a estar ante un relativismo subjetivo.

Esto de elegir una teoría es muy complicado, porque todas tienen sus pros y sus contras. A mí me gustaría mucho poder elegir como la mejor teoría el relativismo subjetivo, porque a mí no me gusta que me digan como tengo que pensar ni como tengo que actuar; pero soy consciente de que si en el mundo todos hiciésemos lo que quisiéramos, nada llegaría a buen puerto, porque las envidias, los engaños, la ambición, la codicia, la avaricia, etc., acabaría con todos nosotros en poco tiempo. (Para aclarar más aún mi opinión sobre el relativismo subjetivo, digo que lo escogería si supiera que todas las personas tendrían un comportamiento lo suficientemente educado como para llevar a cabo sus ideas sobre el bien y el mal sin pasar por encima de los demás). Por este motivo, y dado que el relativismo cultural no me acaba de gustar, porque no me parece correcto que toda una sociedad decida por ti como debes de actuar, como debes de pensar, etc., escojo el universalismo, que, para bien o para mal, ahorraría muchos problemas entre todos los habitantes del mundo, porque todos tendríamos la misma forma de pensar referente al tema del bien y del mal, y nos evitaríamos demasiados conflictos por estos temas.



Rebeca Gil García
4ºA ESO

Tuesday, February 06, 2007

JAVIER Y SUS “NUEVOS AMIGOS”

Había una vez un niño, que se llamaba Javier, y que era muy bueno: estudiaba mucho, sacaba muy buenas notas, se comportaba muy bien con todo el mundo, era muy respetuoso, ayudaba a sus padres en casa, se comportaba bien siempre, y sólo tenía tres amigos verdaderos, que se llamaban Juan, Eduardo y Sergio, pero que eran suficiente para él.

Un día, empezaron a juntarse con Javier otros niños de su clase que eran muy problemáticos y que sólo le querían para aprobar el curso, pero él pensaba que querían ser sus amigos. Juan, Eduardo y Sergio le advirtieron de lo que estaba pasando, pero Javier no se daba cuenta, así que les dijo a sus amigos que estaban equivocados y que lo que les pasaba era que tenían envidia, así que salieron discutiendo.

Juan, Eduardo y Sergio, a pesar de la discusión que habían tenido con Javier, siguieron observando lo que pasaba con él y “sus nuevos amigos”, porque le seguían considerando su amigo y porque se seguían considerando sus amigos. Veían que, cada vez, Javier iba a peor: sus notas empezaron a bajar, su comportamiento empeoró, empezó a faltarle al respeto a otras personas, etc.; así que intentaron hablar con él para decirle lo que ellos pensaban: que él antes no era así, que había cambiado a peor por “sus nuevos amigos”, que esos supuestos “amigos” sólo le querían por conveniencia, y lo más importante, que ellos iban a estar ahí para ayudarle y apoyarle. Javier no les hizo caso, es más, casi se rió por lo que le decían. Al ver Juan, Eduardo y Sergio que no había servido de nada lo que habían intentado decirle a su amigo, optaron por hablar con sus padres para contarles lo que estaba pasando, porque estaban preocupados: su amigo había cambiado, había cambiado a peor por unas malas influencias que él no veía o no quería ver.

Esa misma noche, los padres de Javier probaron a hablar con su hijo mientras cenaban, pero de nada les sirvió, así que le prohibieron volver a salir con sus “nuevos amigos”. Javier les hizo creer a sus padres que, a pesar de que él no quería, les iba a hacer caso. Pero esa misma noche, había un fiesta a la que Javier quería ir, así que tuvo que escaparse para acudir. Cuando llegó, sus “amigos” no estaban allí, pero aún así, él se quedó a divertirse.

Al principio todo fue bien: sus padres no se habían dado cuenta de que se había escapado y él se lo estaba pasando muy bien en la fiesta; pero de repente, un incidente perturbó toda su felicidad: se había producido un incendio en el piso de debajo su casa. Todos los vecinos habían sido evacuados por los bomberos, todos menos él. Sus padres les dijeron a los bomberos que todavía Javier estaba dentro del edificio, así que uno de los bomberos tuvo que volverse a meter en el inmueble para buscar al niño, con tan mala suerte que una viga se le cayó encima y le rompió una pierna. Los padres estaban completamente angustiados: habían sacado al bombero que estaba buscando a su hijo herido, su hijo no daba señales de vida, y el jefe de bomberos había dicho que hasta que no se apagase por completo el incendio, no se podía entrar en el edificio, porque había peligro de derrumbamiento. Entonces, los padres vieron anonadados como su hijo venía corriendo por la calle después de haberse enterado del incendio. Cuando estuvo a su altura, le abrazaron con todas sus fuerzas, y después de pensarlo un poco le preguntaron de dónde venía. Javier no tuvo más remedio que confesarles que venía de la fiesta. Sus padres le dieron una bofetada. En sus caras había una mezcla de ira y alivio: ira porque les había desobedecido, alivio porque estaba sano y salvo. Javier no rechistó a la bofetada que le habían dado sus padres, sabía que se la merecía. Por fin empezó a entender que el bombero no estaría herido y sus padres no habrían estado tan preocupados si él no hubiese mentido y hubiese sido obediente; si él no se hubiese dejado engatusar por esos supuestos “nuevos amigos” que tenía. Mientras pensaba esto, estaba mirando a la gente situada alrededor del edificio en llamas. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos, sus tres amigos Juan, Eduardo y Sergio, aquellos a los que había apartado últimamente de su lado, estaban allí. Se acercó a ellos, y los tres le abrazaron al mismo tiempo. Le confesaron que habían sentido un gran miedo al pensar que podía haber muerto en ese incendio. Esto le hizo pensar a Javier: sus “nuevos amigos” no se habían interesado para nada por él sabiendo lo del incendio (porque en un pueblo tan pequeño era muy difícil que no se hubiesen enterado aún); sin embargo, sus tres amigos de siempre, sus tres verdaderos amigos, aun después de lo que les había hecho haciéndoles a un lado, se habían preocupado por él, le habían sido leales a pesar de todo. Esto le llegó al corazón a Javier, les pidió perdón por todos los errores que había cometido con ellos y les juró que nunca más volvería a suceder nada parecido. Juan, Eduardo y Sergio le perdonaron. Volvieron a ser los mismos cuatro amigos de siempre

Javier volvió a ser el mismo chico de antes: el mismo chico estudioso, respetuoso, educado,... , y lo más importante nunca más volvió a mentir ni se alejó de sus tres buenos amigos Juan, Eduardo y Sergio.


VALORES MORALES


Un valor moral que se aprecia en este relato en la lealtad. La lealtad que le muestran Juan, Eduardo y Sergio a Javier aun después de haberles hecho a un lado por los que él creía sus “nuevos amigos”. La demuestran cuando son ellos tres los que están cerca del edificio en llamas preocupados por lo que pudiera haberle pasado a Javier, y no sus “nuevos amigos”, que no se preocupan para nada por Javier cuando verdaderamente les puede necesitar. También demuestran su lealtad hacia Javier cuando le advierten de que sus “nuevos amigos” sólo le quieren por conveniencia, cuando se preocupan por su cambio de conducta, y cuando alertan a sus padres sobre el error que está cometiendo.
Otro valor que se destaca es la obediencia. La falta de obediencia se muestra cuando Javier se escapa a la fiesta haciendo caso omiso a la promesa que le había hecho a sus padres y por su culpa un bombero corre un peligro innecesario y sus padres sienten una angustia tremenda ante un peligro que su hijo no está corriendo, pero ellos piensan que sí, porque creen que les ha obedecido, pero en verdad, les ha mentido.

También se pone de manifiesto la sinceridad. La sinceridad se muestra cuando Juan, Eduardo y Sergio le dicen a Javier lo que está pasando con él y sus “nuevos amigos”, a pesar de que a Javier le pueda no gustar, le pueda doler, e inclusivo pueda afectar a su amistad (que es lo que pasa).


Rebeca Gil García
4ºA ESO